viernes, 25 de octubre de 2013

Preocupación por el delito

En este retomar mi blog quiero dejarles una nota muy interesante sobre los tiempos que vivimos y su percepción.

GABRIEL KESSLER EN LA UNL
 “Nada bueno ocurre cuando la preocupación por el delito es central”

 El sociólogo brindó una conferencia en la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales.
Su análisis invita a reflexionar más allá de lugares comunes y simplificaciones sobre la temática del delito urbano, partiendo de los aportes que las Ciencias Sociales produjeron en los últimos 15 años.

 Juventud, delito y desigualdad

... Kessler señaló que entre mediados de la década de 1980 y la de 1990, la edad promedio de la población penada disminuyó unos 10 años (de 32, 33 años; pasó a 22, 23), lo que no puede ser interpretado linealmente como una baja en la edad de quienes cometen delitos, porque sigue pendiente la pregunta de si no hay un direccionamiento de la acción policial y judicial hacia esa franja etaria.
Ese proceso de “juvenilización de la población carcelaria es una de las deudas sociales más fuertes que tenemos”, aseguró. Y argumentó contra la idea de una “carrera delictiva”, que ve en el delito juvenil un elemento predictor de continuidad en la vida adulta.

Además, reflexionó sobre la existencia de grupos de pares, que sin llegar a formar grandes bandas, pandillas o “maras” como en América Central, se formaron a fines de los 90 “entre jóvenes en una misma situación de necesidad, en un mismo territorio, que habían crecido como niños en hogares con algún tipo de recursos, y entraron a su adolescencia cuando se desestabilizaba el mercado de trabajo, y quedaron pobres o en una situación desfavorecida en la distribución de recursos al interior del hogar”.

De manera retrospectiva, Kessler señaló que en esos contextos lo que percibía en sus estudios de campo durante la década neoliberal como una “instrumentalidad extrema” de ciertos delitos menores, llevados a cabo para satisfacer necesidades puntuales en un corto plazo, era en realidad “una de las formas en las que la desigualdad social se expresaba como una disminución de las posibilidades de hacer otra cosa”.

Después del año 2003, el sociólogo refirió a una situación paradójica por la que si bien existen mayores oportunidades de trabajo “hay bolsones de miseria donde las tasas de desigualdad y desempleo siguen siendo muy altas. En ese sentido el impacto de la estigmatización territorial, que no es nuevo pero que con la preocupación por la seguridad se vuelve más fuerte, hace que muchas oportunidades de trabajo estén vedadas a esos jóvenes”. Al interior de esos barrios, la mayor presencia y presión policial deriva en ocasiones en “microviolencias cotidianas, que aún no entran en la agenda de Derechos Humanos, y que forman parte de una conflictividad entre los jóvenes y la policía”. Asimismo, refirió a estudios de campo en el conurbano bonaerense que dan cuenta de una familiaridad y presencia cotidiana de la posibilidad de muerte entre los jóvenes que habitan esos territorios.

La nota completa en: http://www.unl.edu.ar/noticias

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