domingo, 6 de marzo de 2011

Batalla Cultural

Por Horacio Verbitsky


El 25 de mayo de 2010 un periodista que trabajaba para el Grupo Clarín asistió a la reinauguración del Teatro Colón. En la lenta cola para entrar coincidió con Carlos Reutemann y le preguntó si sería candidato. El senador locuaz-lacónico señaló hacia la colmada Avenida 9 de julio, puso el índice horizontal bajo la nariz y dijo: “¿Yo? Noooo. ¿Usted vio el clima que hay en la calle? ¿Y sabe lo que será la cosecha del año próximo?”. Ya en el teatro, una figurita de la oposición se confesó con el periodista, convencida de que estaba con un aliado: “Les dije a tus jefes que estamos perdiendo la batalla mediática”. Terminé de desayunar con el colega que me contó estos diálogos, tomé un taxi y, como en el guión de una mala película, el joven chofer me dijo: “Yo antes leía La Nación y tenía un nick con el que escribía en contra de los negritos. Y mireme la cara, soy negro yo también. Me estaban haciendo la cabeza, defendía intereses contrarios a los míos. Kirchner me hizo entender”. Divertido, más tarde compartí la anécdota con una colega. “Ellos creían que era una batalla mediática. Todavía no se dan cuenta de que perdieron una batalla cultural”, dijo.


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Los problemas actuales del gobierno se vinculan con el inesperado fuego amigo, que por exceso o por defecto no advierte el nuevo cuadro de situación. Sólo quien crea que ahora cualquier cosa es posible y/o deseable puede colocar carteles de propaganda partidaria en el frontis de la agencia de noticias estatal, mellando una herramienta inapreciable de comunicación, nacional e internacional. Lo mismo vale para el anuncio de una reforma constitucional con pretensión de eternidad, bien caracterizado por un cómico cordobés.
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El fuego amigo apunta con las mejores intenciones al pie propio, o mejor dicho, al de Cristina. Ella esquivó esos disparos con reflejos, discreción y buen humor. La presidente que despenalizó las calumnias e injurias para que todos pudieran insultarla sin temor a represalias fue coherente al rechazar cualquier restricción promovida desde el Estado a decisiones de entidades y personas privadas. Su orgullo es garantizar más derechos para más sectores, no cercenarlos.
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Nota completa en: http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-163540-2011-03-06.html


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